Les cuento el escenario: Juli (mi hijo de 22 meses) durmiendo la siesta en la habitación con los abuelos. Mi marido dentro de la pileta por horas. Clima fresco para mi gusto. El libro que llevé era para leer capítulos sueltos, no esos que te atrapan por mucho tiempo.
De repente no tenía plan. Literal no sabía qué hacer. Me sentía perdida e incómoda.
Si, si. En Brasil. Mirando el mar. Todo “ideal” pero yo en un segundo me trabé.
Obvio que también me puse de mal humor por no estar aprovechando. Mi cabeza me repetía: "¿Cómo podés sentirte así en este contexto? Tenés que valorar. Tenés que disfrutar"
Me levanté de la reposera envuelta en la toalla porque hola soy friolenta y me puse a buscar un rayo de sol.
Mi marido al verme inquieta me empezó a tirar opciones de actividades. NADA me gustaba.